La soledad, una fiel compañía

La otra pandemia del Siglo XXI

    Pese a que vivimos tiempos de hipercomunicación, de máxima conexión, las relaciones interpersonales se convirtieron en impersonales. Hoy se envían dibujitos que reemplazan a “las palabras”, se chatea(intercambio de mensaje de texto) a través de un aparatito originalmente creado para “hablar”, sin importar el lugar y las distancias donde estuvieran los involucrados (a lo sumo se envían “audios”, como si se aplicara el viejo “cambio o cambio y fuera”, a la espera de otro “audio” del otro lado). El celular ya es una sofisticada computadora de mano, con tantas funciones y usos como costumbres y necesidades tiene el ser humano contemporáneo.

     El referido chateo es telegráfico, casi espasmódico. Un mensaje suele ser una sumatoria de líneas sueltas que se disparan con la frecuencia de una metralla, ahorrándose la conformación de una hilación, de un párrafo, palabra casi prehistórica.   

     “La soledad es la gran epidemia. Existe mucho la soledad subjetiva de alguien que verdaderamente no puede compartir con otra persona lo que está viviendo”, explica el médico psiquiatra Luis Hornstein. “Se da el incremento del individualismo, a pesar de la masividad de la conectividad –sigue su análisis-. Es decir, conectados, pero no vinculados. Ello contribuye a estados de ánimo de mucha fragilidad personal, gran sensación de soledad y de desvalorización de lo propio”.

      Hoy las vidas están en una o varias vidrieras virtuales, donde se exhiben hasta los hechos más insignificantes (a veces muy privados), para que los espectadores (seguidores en la actual jerga) se enteren de todo o casi todo lo que le ocurre y hace el otro, quien busca su opinión y acompañamiento, pero, sobre todo, un seguimiento incondicional e inclaudicable, quizás buscando compensar una real y profunda soledad. Una manera, aunque sea virtual, de estar con otros, y si fuera con muchos mejor.

“La pobreza más terrible es la soledad y el sentimiento de no ser querido”. Madre Teresa de Calcuta, Premio Nobel de la Paz 1979, canonizada en 2015.

      Con mucha claridad lo describe el filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman: “Las relaciones interpersonales actuales son líquidas, frágiles y etéreas -afirma-, y tienden a ser fugaces y débiles. Llama la atención que muchísimos adolescentes y jóvenes que son nativos digitales se sientan aislados en una vida hiperconectada. Tener amigos virtuales o recibir likes puede no ayudar a profundizar en la relación ni a construir vínculos gratificantes y, en consecuencia, no atenúa el sentirse solo”.

     La tecnología acorta distancias y rellena espacios, pero no reemplaza el vacío humano. Muchos encuentran validación en los “likes” y sus seguidores, cuando el verdadero y significativo reconocimiento debería venir de sus relaciones afectivas más cercanas.  Asimismo, debe reconocerse que se puede estar rodeado de gente e igualmente sentir el silencio de la soledad.  

 “Una persona puede sentirse sola, aun cuando mucha gente la quiera”. Frase extraída de “El diario de Ana Frank”.

      “Las notificaciones nos ofrecen una satisfacción efímera pero contagiosa –asegura Tomás Balmaceda, doctor en filosofía, docente universitario y periodista especializado en tecnología– ¿cuántos likes habrá tenido mi última foto? ¿habrán subido un episodio de mi podcast favorito? Las distracciones breves pueden volverse adictivas. Un estudio de 2019 demostró que quienes sólo ven notificaciones tres veces al día, están de mejor humor, más felices y productivos, que aquellos que las revisan cada vez que llegan”.  

La pérdida de la proximidad

      “Hoy en un mundo virtual que exalta la distancia, estar cerca del otro en el mundo real, ser próximo, se convierte en un acto subversivo, en un gesto de resistencia y hasta de disidencia”, advierte Carlos Álvarez Teijeiro, profesor de ética de la comunicación. 

      “La proximidad está severamente amenazada, tal vez como nunca -amplía-. Las pantallas interponen entre nosotros una membrana de simulación, transformando la distancia en un vacío insondable, que ingenuamente creemos solventar a golpe de ‘click’ y ‘me gusta’. Recuperar la proximidad es reivindicar el tiempo humano compartido y la última forma de hospitalidad en un mundo inhóspito.

      “Frente a la fragmentación de mundo contemporáneo –concluye-, el elogio de la proximidad nos recuerda que ser humano es, ante todo, estar juntos en nuestra finitud, respirando unidos en la cadencia imprevisible de la vida”.

La mirada del “otro”

     En los lugares públicos, como bares, restaurantes, cines y teatros, entre otros, el que está solo, desde su individualidad suele entretenerse imaginando relaciones en el resto. Parejas jóvenes, maduras, ancianas, grupos de amigos, de amigas, compañeros laborales. En las suposiciones se tejen posibles historias, casi siempre incomprobables.

      Para muchos la soledad no debe exponerse en público, se esconde, se intenta que no quede de manifiesto ante el resto, espectadores anónimos. ¿Pudor, vergüenza, negación? Se disimula mirando el infaltable celular o leyendo un libro o un diario. Como buscando esquivar o desviar las miradas curiosas del resto. “Estoy solo, pero ocupado. No extraño ni necesito una compañía”. Las luces suelen distraer y hasta encandilar, pero al apagarse, la oscuridad marca sin ambigüedades la realidad.

«Debemos atrevernos a mirar a la soledad a los ojos. Después de todo, lo único que hay allí somos nosotros mismos. Si la enfrentamos con miedo, será que nos da temor mirar hacia adentro y encontrarnos con algo que no nos gusta”. Gabriel Rolón, psicólogo, psicoanalista y escritor argentino.

        Un estudio sobre la soledad realizado en distintos países, concluyó que el sentimiento de “no ser necesario” era el tema más recurrente en esta problemática y la forma en que la gente entendía el “ser innecesario” variaba significativamente en las distintas sociedades. 

        Muchos países están tomando cartas en el asunto ante este panorama mundial. En el Reino Unido, por ejemplo, se creó un Ministerio de la Soledad en 2018, en Japón en 2021, y en 2023 el estado de Nueva York nombró a la terapeuta sexual doctora Ruth Westheimer como su primera embajadora de la soledad.

“Para saber cómo es la soledad/Tendrás que ver que a tu lado no está/Quien nunca a ti te dejaba pensar/En donde estaba el bien/En donde la maldad/La soledad es un amigo que no está/Es su palabra que no ves llegar igual/Si es que sus sueños son luces en torno a ti/Tú te das cuenta que él ya nunca ha de morir/Al observar como muere la flor/Tu verás que también muere la paz/Es que esa paz revivirá en su voz/La flor te la dará para plantarla igual”. (Luis Alberto Spinetta. Tema de Pototo. Para saber cómo es la soledad. Primer single del grupo Almendra). 

Soledad o solitud

       Según el escritor y periodista canadiense Michael Harris, la solitud es un estado de estar solo de manera voluntaria y positiva. Es una elección consciente que puede ayudar a una reflexión, al crecimiento personal y a la creatividad. 

Características de la solitud:

  • Es una sensación de estar a gusto con uno mismo. 
  • Una habilidad que permite reflexionar y recargar baterías. 
  • Puede mejorar las relaciones con uno mismo y con los demás. 
  • Puede ayudar a regular las emociones. 
  • Puede tener un efecto relajante que prepara para interactuar de mejor manera con otros. 

      La soledad, en cambio, es la vivencia de sentirse solo, sintiendo la ausencia de otros y anhelando su presencia compartida. 

Solos y ancianos

     Él 98 años, ella casi 95, y 69 juntos y con una familia plena, hermosa. De pronto (o no tanto) él dijo basta, hasta aquí llegué. Marcó el OK con su pulgar hacia arriba y apagó la luz. 

      Al principio ella no lo creía, no “caía”. La ausencia, el vacío material cristaliza la soledad, que a sus inminentes 95 aún no conocía. Hay hijos (menos una que emprendió su viaje prematuramente), nietos y hasta un bisnieto, pero no alcanza ni alcanzará nunca.  ¿Cómo se enfrenta la soledad en la ancianidad? ¿Se enfrenta o sólo se padece, se sufre, se transita?

“Quizás la soledad, en la vejez, sea la manera humana de prepararse para la soledad final, para la muerte” (Federico Jeanmarie, escritor argentino en “Lo que resta de la vida”).

      Ella, más allá de algunas “neblinas” cognitivas esporádicas, con el correr de las semanas adquiere mayor claridad y ubicación, y expresa con toda crudeza su soledad. Por momentos se distrae, pero la realidad la interpela, mira y al otro lado de la mesa solo encuentra una silla vacía. Y “cae”. Su compañero durante 69 años ya no está, por primera vez no está. Algo inédito, imposible de asimilar con 95 años vividos de otra forma, a la que no podrá volver jamás.

El verano  

      Pareciera que durante el verano la soledad se expusiera de manera exacerbada. Menos personas y vehículos en las calles, negocios cerrados por vacaciones y temperaturas antipáticas para sociabilizar con frecuencia, son algunos de los ingredientes de un período en reposo, en letargo en lo práctico, que se contrapone con una época de exaltación hormonal.

      En verano la soledad suele disparar sueños y proyectos, búsquedas para paliar un estado reflexivo que es nocivo en dosis exageradas, con el riesgo cercano de la depresión. Ilusiones de conquistas que muchas veces ni se encaran, proyectos de a dos que solamente añoran el pasado (romances de verano, se decía), que persiguen mantener viva la ilusión, solo eso, finalmente una utopía.   

       La conquista era una palabra frecuente décadas atrás, actualmente impronunciable so pena de censura y castigo progresista. En realidad, se trataba de seducir (nunca de apropiarse), de provocar una atracción que fuera recíproca.

       Hoy, ya libradas varias batallas con diversos resultados, el presente  marca  inexorablemente que los caminos y los objetivos han cambiado drásticamente.  Las metas suelen ser más sencillas, menos complejas. Es verdad también que esos caminos se transformaron y simplificaron enormemente, con el valioso aporte de la tecnología. Claro que no siempre son exitosos para paliar la soledad, como a veces también sucedía con los viejos métodos, es justo reconocerlo.

Las pérdidas, las soledades

     La muerte del compañero/a de la vida provoca, irremediablemente, una profunda y dolorosa soledad, aunque el sobreviviente esté intensamente rodeado de afecto. Y posiblemente su muerte siguiente sea la consecuencia de aquella soledad, de la ausencia de ganas de vivir.

“He aprendido a fortalecerme en los tiempos más difíciles gracias a mis periodos de soledad”. Nelson Mandela, expresidente de Sudáfrica, Premio Nobel de la Paz 1993.

    Un profundo análisis en primera persona sobre la soledad en tiempos de duelo, fue realizado por Carina Onorato, viuda del periodista Tomás Bulat, en su libro “Garabatos viudos”.  Con el corazón en la mano y durante sus primeros tiempos de viudez, explica que usa “la alianza como un antídoto contra la soledad, la que intento no mostrar ante el resto, porque solo es posible llorar en soledad, en la intimidad del baño, por ejemplo”.

“La soledad se admira y se desea cuando no se sufre”. Reflexión de Carmen Martín Gaite, escritora española.

       Con respecto a la continuidad de la vida social, señala: “tengo un nuevo rol, el de amiga viuda. Las fiestas y reuniones siguen adelante, aunque sin compañero. Duelar solo se conjuga en soledad”.

        Y luego de haber recorrido un camino de resiliencia, pasado un tiempo y encarando el futuro, concluye: “Sola en el mundo, la más completa y hermosa forma de la soledad, que se hace energía vital, que no permite detenerse ni escapar”.

      Es notorio que el ser humano no está hecho para la soledad. Si se sufre por amor quizás se deba a que se eligió la persona equivocada o que la forma de amar es más perjudicial que placentera, hasta tóxica.

      Por el contrario, cuando un gran amor se va, el silencio se vuelve ensordecedor y nos sentimos solos, nos envuelve un manto de tristeza y la esperanza parece una utopía.          

Estar o sentirse solo. La salud mental.

       Se puede estar solo por propia voluntad, puede hasta ser un placer apto para la concentración, la introspección, la creatividad, la relajación y el rendimiento intelectual, entre otros. Son emociones positivas que derivan en el bienestar que da la soledad deseada, disfrutada.

“La soledad es la mejor nodriza de la sabiduría”. Laurence Sterne. Novelista y humorista inglés.

         En cambio, sentirse solo se asocia a sentimientos negativos, desagradables. Suele ser una experiencia dolorosa, derivada de la carencia, deficiencia o insatisfacción de las relaciones interpersonales, la soledad no deseada.

          La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la soledad y el aislamiento social (que afecta al 25% de los mayores), son factores de riesgo clave para padecer afecciones de salud mental.

          “Si bien están relacionadas, hay diferencias entre soledad y aislamiento social. La primera es el sentimiento desalentador de estar solo o separado. En la pandemia del 2020 era común la expresión ‘me siento solo’, con los lógicos condimentos de miedo, angustia e incertidumbre, potenciados por el contexto imperante.”

          En diversos estudios se ha relacionado la soledad con índices más altos de depresión, ansiedad y suicidio, debilitando el sistema inmunitario contra enfermedades como stress, dolor emocional, pérdida del sentido, demencia.

          Asimismo, el Dr. Oscar A. Paulucci, especialista en psiquiatría, advierte que “es muy distinta la vivencia de la soledad ante una pérdida, cuando se tuvo un lugar en el otro, que cuando nada de eso ha ocurrido, porque ante la pérdida puede aparecer un sentimiento de abandono, desamparo. Una elaboración diferente del duelo, que no aflora sin pérdida alguna”.

          El segundo, el aislamiento social, es la falta de relaciones sociales y contar con pocas personas para interactuar con regularidad.

Un mundo diferente    

          “La soledad es una pandemia moderna, que afecta cada vez a más personas. Si se enseñara a disfrutar el tiempo a solas, en lugar de temerle tendrían más chances de prosperar. Hacerse amigo del tiempo a solas, convertirlo en una oportunidad de crecimiento”, asegura el Dr. Amir Levine, psiquiatra y neurólogo de Nueva York.

            “Para mitigar la soledad tóxica –continúa-, y fomentar una sensación saludable de soledad, debe replantearse el tiempo a solas como una oportunidad para fortalecer la relación con nosotros mismos. También resulta útil buscar un tiempo a solas planificado, para meditar, dar un paseo u otra actividad que resulte atractiva”.

“La soledad es peligrosa, adictiva. Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar más con la gente”. Carl Gustav Jung, psicólogo y psiquiatra suizo.

             Por último, y complementariamente, el Dr. Levine aconseja “desarrollar la capacidad de autorreflexión (escribir un diario personal, por ejemplo), hacer un listado de amistades significativas (las amistades tóxicas o no saludables reevaluarlas), limitar las distracciones tecnológicas (demasiado tiempo frente a dispositivos y redes sociales atenta contra una soledad saludable) y pasar tiempo en la naturaleza (conecta con algo más grande que uno, calma y alivia el sistema nervioso)”.   

Tipos de soledad  

            Distintos estudios realizados en el mundo han establecido, al menos básicamente, diversos tipos de soledad:

  • Positiva o creativa; es aquella que tiene resultados positivos en la persona, que es protagonista de una transformación creativa.
  • Negativa o defensiva; es cuando se la sufre, sin sentido constructivo, con sentimientos de tristeza y aislamiento; ansiedad y depresión. También puede ser auto provocada por miedo al mundo exterior, a lo nuevo, a lo distinto, al otro.
  • Impuesta; contra la voluntad de la persona, se la somete al aislamiento, muchas veces como castigo.
  • Voluntaria; aquel que se aísla para lograr un tiempo sin distracciones externas.
  • Contextual; cuando la soledad se concreta solamente en un contexto específico (un trabajo puntual, por ejemplo).
  • Transitoria; se da durante un tiempo determinado, estipulado previamente (un viaje de negocios).
  • Cronificada; cuando se extiende en el tiempo y se convierte en un estado normal. La persona se acostumbra a ese estado, más allá que lo viva en paz o con sufrimiento.  
  • Existencial; más filosófico. El individuo realiza un procedimiento reflexivo interno, al margen de la soledad, para finalmente preguntarse sobre el sentido de la existencia.
  • Patológica; es parecida a la soledad defensiva o negativa, con un desgaste emocional y psicológico que puede derivar en un trastorno depresivo. Asimismo, existen patologías que aíslan a las personas per sé, como las fobias sociales o la agorafobia, con diversos tipos de trastornos de ansiedad, como miedo a salir solo, estar en espacios cerrados como ascensores o cines, estar en una multitud o esperar en una fila, entre otros. 

“Hay una soledad que es padecida, una soledad que es necesaria y una soledad que es elegida. El problema es la soledad padecida».Gabriel Rolón. 

La Soledad en …

…la Pandemia

      La pandemia provocada por el Coronavirus ha tenido, y sigue teniendo, un impacto negativo muy fuerte en la salud mental de las personas, con una arista sobresaliente: la soledad. Mucha gente que vivía sola en su casa, pero que tenía una vida social activa, quedó encerrada en sus hogares, por miedo y/o por las políticas adoptadas por los gobiernos de turno.

      Ese confinamiento mundial generó estragos en la salud mental y emocional de las personas, con las lógicas consecuencias, como   trastornos de ansiedad, depresión, e incluso aumento de las tasas de suicidios. Como ya se dijo, en 2021 Japón llegó a crear un Ministerio de la Soledad para abordar el tema desde la órbita gubernamental.  

… la Adolescencia

      Los adolescentes suelen aislarse habitualmente, en buena medida debido a que comienzan a desarrollar sensibilidad y consciencia. Este dolor que viene con la palabra adolescente, puede llevarlos a sentirse muy solos, en busca de su propia identidad. Aunque generalmente es una etapa transitoria y normal, si el sufrimiento y el aislamiento es llevado al extremo, es conveniente requerir ayuda de un profesional.

      “Estamos dejando a los adolescentes solos. La nueva tragedia colectiva de nuestra era es la soledad de los chicos y la pérdida del sentido común de los padres”, asegura Alejandro Schujman, psicólogo de familias y adolescentes.

       “El silencio en que viven muchos jóvenes no surge porque no quieren hablar -continúa-, hablan cuando hay padres atentos a escuchar. El sufrimiento silencioso y en soledad es un combo explosivo para los adolescentes, porque en esta etapa de la vida hay un pasaje muy cortito entre la fantasía de hacer algo y realmente hacerlo”, advierte finalmente como un severo llamado de atención. 

… la Tercera Edad

      Esta etapa de la vida puede conectar con mucha dicha, pero también con un gran sufrimiento. Las pérdidas de seres queridos y la cercanía del final de la vida, suelen llevar a los “adultos mayores” al aislamiento social y a una profunda soledad. Los profesionales especializados en el tema recomiendan compartir con alguien esos sentimientos, y si alguien cercano transita esa etapa, acercarse con gestos y compañía afectiva.

“Solo se está verdaderamente solo cuando se pierde la memoria. El resto es nostalgia”. Gabriel García Márquez, escritor colombiano.

Soledad y Depresión

      Es muy posible que un estado derive inexorablemente en el otro. También puede ocurrir a la inversa: que un estado depresivo lleve al aislamiento e inmediatamente se busque la soledad. Los especialistas aconsejan darle un sentido al sentimiento de soledad y lograr transformarlo, algo vital para poder salir de un estado de ánimo depresivo. Obviamente, cuando se presenta un trastorno depresivo grave, es imprescindible consultar con un profesional.

Buscando la salida

      Para poder salir de este estado los estudiosos del tema sugieren conectar con todo lo que haga bien y genere disfrute. Poder recuperar las relaciones con las personas, con los hábitos que agradaban, con todo lo que producía satisfacción. Todo ello –aseguran-, ayudará a salir de ese lugar aislado que se siente en el interior, ya que el sentimiento de soledad usualmente aleja a las personas de todo lo que les daba vida y felicidad.

“La mejor manera de ser feliz con alguien es aprender a ser feliz solo. Porque no hay peor soledad que sentirse solo estando acompañado. Así, la compañía es una cuestión de elección y no de necesidad”. Del escritor uruguayo Mario Benedetti.

        También rebaten aquello que sostiene “la necesidad de estar en pareja para no sentirse solo”.  Se puede estar en pareja y sentirse solo de todas maneras –afirman-. Querer salir de la soledad por una relación solo creará una sensación de bienestar por un corto período de tiempo, ya que probablemente exista un problema más profundo para atender.

“La soledad nos desafía a ser valientes, a enfrentar nuestros miedos de frente”. Sócrates, filósofo griego.

        Muchas veces, con la soledad descubrimos que la tristeza puede ser una compañera constante y que las cicatrices del corazón siguen   latiendo, aunque sutilmente.

        Pero es en momentos de soledad y fortaleza cuando las luchas internas pueden hacernos crecer y conocernos mejor. Estar solos no siempre significa estar aislados, ya que podemos encontrar una paz necesaria en nuestra propia compañía.

        En suma, soledad y tristeza no tienen por qué ser siempre sinónimos. Es en esos momentos que debemos encontrar una oportunidad para explorar esa soledad y comenzar nuestro crecimiento. Así, seguramente, encontraremos la salida.

MB.

Abril, 2025.